Orden moral y constitución moral en Nueva Granada, 1819-1869.

Francisco A. Ortega (Universidad Nacional de Colombia)

En un artículo ya clásico Víctor Tau Anzoátegui identificó tres órdenes normativos que regulaban de manera conjunta y entrelazada la vida social en el antiguo régimen hispanoamericano: el derecho, la religión y la moral (vid. “Ordenes normativos y prácticas socio-jurídicas. La justicia” 1999). Es pensable que ese ordenamiento no se desvaneció simplemente con las revoluciones que transformaron el ordenamiento político a comienzos del siglo XIX y dieron paso a la creación de las repúblicas hispanoamericanas. De hecho, buena parte de las investigaciones más recientes y renovadoras sobre el decurso histórico del derecho indiano han insistido en la continuidad jurisdiccional del régimen y práctica legal durante el siglo XIX e incluso más allá.

En esta comunicación me interesa explorar la continuidad –y también las re-significaciones—que sufrió uno de los órdenes mencionados por Tau Anzoátegui, el de la moral. En particular me interesa el modo en que ese orden normativo continuó operando de manera supletoria durante buena parte del siglo XIX, tiempo largo en el que el campo semántico de la moral evidenció una vigorosa continuidad y renovación. Esa continuidad se expresó en diversos proyectos constitucionales y en una práctica sostenida en función de la naturaleza y el sentido de la ley, el gobierno y la justicia.

Más concretamente, en esta comunicación examino el desarrollo conceptual del campo semántico de la moral a través de dos intervenciones importantes en el siglo XIX colombiano: Simón Bolívar, libertador y líder político de la República de Colombia y su propuesta del Areópago (1819), o cuarto poder moral, y Sergio Arboleda, político, poeta, publicista y político neogranadino, autor de un importante ensayo de historia política titulado La República en la América española (1869). Si el primero inaugura un campo de reflexión y acción política en torno a la vulnerabilidad de la forma republicana representativa en Hispanoamérica, el segundo, ideólogo del partido conservador, congresista, y batallador de mil batallas, retoma las preocupaciones de Bolívar sobre las necesidades morales de sus ciudadanos, y propone dar cohesión y jerarquía a un cuerpo social siempre amenazado por la inminente disgregación social.

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